Un griego en el bar
Hace unas semanas me encontraba yo en un bar de la parte vieja de la ciudad tomándome una cerveza en la barra. Es un bar al que acuden sobre todo emigrantes: turcos, españoles, italianos, griegos. Hablan entre ellos o están en silencio, beben, piensan en su tierra. Yo estaba matando el tiempo en plan contemplativo. Había un gran barullo. Entonces entró u viejo en el bar. Tenía el pelo revuelto y encanecido, era bajito y rechoncho y ya caminaba un poco encorvado. Se detuvo a mi lado, se apoyó en la barra y entonces me di cuenta de que estaba llorando. Di un buen trago a mi fría cerveza y me decidí a consolar e interesarme por lo que pudiera pasarle a aquel hombre. Lentamente me levanté de mi asiento y me acerqué a él sigilosamente. En un tono n muy alto le dije: Perdone, me gustaría, si o es molestia, interesarme por el motivo de su tristeza. Gracias a estas palabras comenzamos a dialogar.
Resultó ser un hombre de origen europeo, en concreto, griego. No hablábamos la misma lengua, aunque gracias a algunos gestos y miradas, nos entendíamos. Yo logré entender perfectamente el motivo de su tristeza. Era un padre de familia, no unos cualquiera, uno ejemplar. Adoraba a su mujer y a sus hijos como nadie; pero por motivos económico se había visto obligado a abandonar el país donde residía con ellos, en busca de un trabajo donde pudiera ganar un salario mejor.
No aguantaba verlo así de triste. Intenté, tras largos e imposibles intentos alegrarle un poco, pero fue inútil. No lo conseguí.
Yo seguía resignada mientras el viejo metía su mano derecha y envejecida en el bolsillo trasero de su ancho pantalón. De él extrajo una cartera que daba apariencia de ser muy suave, aunque estaba bastante desgastada. Debía de ser muy vieja. La abrió y se puso a observar detenidamente las fotos que llevaba. Estalló en llanto aún más profundo que el que tenía cuando entró en el bar. Pero entre todas esas lágrimas me miró y me dedicó una sincera sonrisa. Además añadió: Esas fotos son de mi mujer, mis hijos y mi hermano. Gracias a ti he conseguido recordar los buenos momentos que he pasado junto a ellos. Ahora cada vez que me encuentre deprimido, recordaré esos momentos e intentaré superarlo. Muchas gracias.
Una vez dicho esto guardó su cartera en el mismo bolsillo de donde la había sacado. Terminó su consumición y se marchó. Yo me alegré de haber podido ayudar a aquel hombre, me terminé mi cerveza y también abandoné el bar.
(J. B. C., 2º E.S.O.)
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home