11/20/2006

Un día de verano


Todo comenzó un día de verano, soleado, los pájaros cantaban y yo presentía que iba a ser un gran día, un día especial. Cual no fue mi sorpresa cuando llegó mi primo a mi casa y me dijeron él y mis padres a coro que íbamos a Acuópolis. En ese momento me sentí el rey del Mundo. Que el Mundo se había hecho para mí. Así pues, cogimos el coche y emprendimos el camino. El coche me sonrió al entrar, y yo estaba feliz.
Al llegar, mi felicidad aumentó. Aquello era lo que siempre soñé: toboganes grandes, pequeños, blancos, negros, azules e incluso amarillos. Pasaba el día y estaba siendo tan especial o incluso más de lo que presentí. Pero llegó el momento, me iba a tirar por el tobogán más alto. Las piernas me temblaban y un extraño escalofrío recorría mi cuerpo. El miedo me dominaba, a pesar de que mi primo me tranquilizara. Llegó el momento, era mi turno. Miré hacia abajo y parecía que estaba en la cima del mundo. Respiré hondo y me tiré. Al principio el miedo tocaba el timbre, pero se fue. Tirarme por allí fue una de las mejores experiencias de mi vida. Me tiré por todos los toboganes y cuando teníamos que irnos, me despedí de los simpáticos toboganes, me monté en el coche y supe que ese día lo recordaría el resto de mi vida.
(J.A. L., 1º E.S.O.)